Javier Marías (Los villanos de la nación) Letras de política y sociedad

Pánico y explotación

El euro, la macroeconomía, la coyuntura favorable, los momentáneos vientos de prosperidad, la reducción del déficit, el freno de la inflación... A nuestros políticos y a no pocos periodistas se les llena la boca con estas palabras, un día sí y otro también. Mientras, las calles de las ciudades están cada vez más sembradas de indigentes, muchos ni siquiera serían mendigos, porque no piden: sólo dormitan, esperan sin esperanza. Bueno, dirá el capitalista optimista, en todas partes hay <<bolsas de pobreza, en todas una población marginal que quizá lo es por su elección o su mala cabeza, el Estado no puede hacer de niñera de todos>>.

Vale. El optimista puede asomarse un rato a la calle y constatar lo bien que vive la gente al ver cómo tantos viajan en vacaciones o en puentes, no queda un solo billete de avión para ningún sitio, sobre todo para los más caros y lejanos. ¿Cuanto les cuesta exactamente poder tomar el billete de avión a los que lo toman, que por muchos que sean constituyen siempre una porción escasa de la ciudadanía? La mayoría de las personas que conozco y que están a sueldo de una empresa se desloman como no se veía desde hace por lo menos cuarenta años. Mientras se piden por ahí las treinta y cinco horas semanales, resulta que, oficialmente, cuantos dependen de la empresa privada pasan en sus oficinas unas cincuenta y cinco o cincuenta. Las jornadas son de ocho horas en teoría, pero en la práctica vienen a ser de diez, once o doce, y a veces hay que arrimar el hombro algún fin de semana especial, o hay que acompañar a algún superior en viaje de imagen, representación o acoso, o hay que llevarse tarea a casa. Todas estas personas amigas mías, en muy variados empleos, están últimamente medio enfermas, y psicológicamente desequilibradas. Algunas ganan un muy buen sueldo, que de poco les sirve a la hora de <<vivir bien>>. El trabajo ha pasado de serles algo estimulante -en el mejor de los casos- o meramente utilitario -en el pero- a invadirlo y contaminarlo todo, a convertirse en una pesadilla y una obsesión. Otras ganan una miseria, en las mismas condiciones de explotación salvaje, lo que los empresarios llaman <<rentabilidad del personal>>. Llegan mis conocidos a sus casas pasadas las nueve, reventados, derrotados, deshechos, sin fuerza más que para meterse en la cama o estragarse mirando el programa basura que exija menos esfuerzo de atención. La mañana siguiente se presenta en seguida, y otras vez para allá, la larga jornada hasta las ocho o nueve sin apenas interrupción.

Hay tanto paro que los empresarios saben que si un empleado se rompe lo sustituyen al instante por otro, y que habrá cola, y que son por lo tanto gente para usar, exprimir, estrujar y tirar. El despido es tan fácil y les resulta tan barato con los beneficios que obtienen, que prescindir de un individuo renqueante o exhausto (que ya no es tan <<rentable>>) no supone la menor contrariedad. Así, se saca todo el jugo a los empleados, se los aprieta bien para economizar, reducir plantillas, no tener que ampliarlas, y cuando no dan más de sí, fuera, la baja, a la calle o al hospital, con la propina de la indemnización. Los trabajadores son cada día más vistos como instrumentos o máquinas, como en el siglo XIX o casi. Yo le doy buenos tutes a mi máquina de escribir, y cuando se me casca, fuera, otra y a proseguir. Así deben de ver los patronos a sus empleados.

Pero lo más grave es el miedo con que viven esas amistades mías asalariadas. Tanto temen perder el sitio que no es ya que no luchen, como hacían hasta hace poco, por obtener mejoras y condiciones más humanas, sino que a la menor insinuación o petición, renuncian a sus derechos legales. Ay de aquel que a las seis en punto se levante y se marche, porque lo acordado era eso. Poco durará en la empresa. Ay de aquel que pretenda sus vacaciones enteras si los jefes lo quieren allí de retén. Ay de aquel que reclame algo (algo debido o obligatorio, qué más da). Lo más grave es la autoestima o autolimitación, la interiorización y asunción de los deseos e intereses de los patronos, no se vayan a mosquear conmigo. Y así, de qué sirve sacar un pasaje para el Caribe dos veces al año si los días que cuentan de verdad en las vidas, los que mucho se parecen por fuerza entre sí, son días sólo de pánico y explotación.

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