Slavoj Žižek (La nueva lucha de clases) Los refugiados y el terror

[...] A lo mejor es, a largo plazo, nuestra única solución. ¿Es todo esto una utopía? A lo mejor, quién sabe. De hecho, es incluso posible que así sea. Los últimos sucesos caóticos en Europa, la mezcla medio trágica y medio cómica de declaraciones de impotencia y comportamiento caótico y egoísta por parte de los miembros de la Unión Europea, la incapacidad de imponer un mínimo de acción coordinada, demuestran no sólo el fracaso de la Unión Europea, sino que también suponen una amenaza para su supervivencia. El contrapunto izquierdista a esta confusión es una idea que sostienen en secreto muchos izquierdistas radicales decepcionados, una repetición más blanda de la decisión de optar por el terror en el periodo posterior al movimiento de Mayo del 68: la descabellada idea de que sólo una catástrofe radical (preferiblemente ecológica) puede despertar de su letargo a grandes multitudes y dar así un nuevo ímpetu a la emancipación radical. La última de esta idea se relaciona con los refugiados: sólo la afluencia de un número realmente considerable de refugiados (y su decepción, pues es evidente que Europa no será capaz de satisfacer sus expectativas) puede revitalizar a la izquierda radical europea.

A mí esta línea de pensamiento me parece obscena. A pesar del hecho de que un suceso así seguramente daría un gran impulso a la brutalidad antiinmigración, el aspecto realmente delirante de esta idea es el proyecto de llenar el vacío de los proletariados radicales ausentes importándolos del extranjero, para que la revolución llegue mediante un agente revolucionario importado.

Durante la primera mitad del 2015, el temor a los movimientos radicales emancipadores (Syriza , Podemos) recorrió Europa, mientras que en la segunda mitad la atención se desplazó hacia la cuestión <<humanitaria>> de los refugiados: un desplazamiento mediante el que la lucha de clases fue literalmente reprimida y reemplazada por la cuestión liberal-cultural de la tolerancia y la solidaridad. Con los asesinatos terroristas de París del viernes 13 de noviembre, incluso esta cuestión (que al menos todavía implica importantes motivos socioeconómicos) ha quedado eclipsada por la simple oposición de todas las fuerzas democráticas, atrapadas en una guerra implacable con las fuerzas del terror, y es fácil imaginar lo que seguirá: una búsqueda paranoica de agentes del ISIS entre los refugiados, animosidad contra los inmigrantes y restricciones a muestras libertades que en realidad no servirán para combatir al ISIS, sino para introducir un espíritu permanente de emergencia. Las mayores víctimas de los ataques terroristas de París serán los propios refugiados y los auténticos beneficiarios, ocultos detrás de tópicos del estilo de Je suis París, serán simplemente los partidarios de la guerra total de ambos bandos. La manera en que deberíamos condenar realmente a los asesinos de París es la siguiente: no sólo participar en patéticos espectáculos de solidaridad antiterrorista, sino insistir en la simple cuestión cui bono. No deberíamos intentar <<comprender mejor>> a los terroristas del ISIS, en el sentido de que sus <<actos deplorables son sin embargo la reacción a las intervenciones brutales europeas>>, sino que habría que caracterizarlos como lo que son: el reverso islamofascista de los racistas europeos antiinmigración; ambos son las dos caras de la misma moneda.

Lo que hay que recuperar, pues, es la lucha de clases, y la única manera de hacerlo es insistir en la solidaridad global con los explotados y oprimidos. Sin esa idea global, la patética solidaridad con las víctimas de París es una obscenidad seudoética. A pesar que una gran oscuridad rodea la afluencia de refugiados a Europa, entre ellos hay muchos que sin duda intentan escapar de las aterradoras condiciones de vida de sus países. Un día después de los ataques a París, uno de ellos comentó fríamente en televisión: <<Imagine una ciudad como París en la que el estado de tensión que impera hoy aquí sea una característica permanente de la vida cotidiana durante meses, si es que no durante años. De eso es de lo que escapamos>>. No se puede ignorar la verdad de esta afirmación: no hay que confundir a los terroristas con sus víctimas.

Quizá la solidaridad global sea una utopía, pero si no luchamos por ella, entonces, estamos realmente perdidos, y merecemos estar perdidos.

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